martes, 25 de octubre de 2016

GUERRA DE MALVINAS



Un humor influyente

Desde el principio de la historia, las personas sintieron la necesidad de reírse para alivianar los problemas del día a día. Acudieron a los diferentes medios tradicionales con motivo de despejarse por un rato de aquello que les ocurría, como también para encontrar una manera inteligente y crítica de abordar temas de actualidad.

En los años 70`, con la dictadura militar en el poder, la sátira e ironía se hicieron presentes en diferentes ámbitos. El medio gráfico pisó fuerte a partir de la creación de la revista Humor, la cual, además de entretener a sus lectores, reflejó la realidad del país en aquel entonces, una tarea para nada sencilla. Ahora, ¿pudo expresarse libremente o se vio condicionada por la censura?



Por entonces, los medios de comunicación se limitaban a levantar las noticias que transmitían el Ministerio de Defensa de la Junta Militar y los corresponsales argentinos y británicos que se encontraban en Malvinas. Sin tapujos, los militares ordenaban lo que se debía publicar porque no se podía cuestionar la información oficial, ya que existía censura previa; tal como sucedió durante todos los años en la dictadura.

Titulares como “Euforia popular por la recuperación de Malvinas”, “Alborozo ciudadano por la reconquista de Malvinas” y “Se recupera una zona de gran riqueza”, son claros ejemplos de la manipulación ejercida por el gobierno de facto de manera comunicacional. Pero otras voces no tardaron en querer hacerse escuchar.


Humor fue un exponente y portavoz de la oposición, por tal motivo, en ella se plasmó el impacto inicial de la sorpresiva “recuperación” de las Islas y el reacomodamiento posterior que tal circunstancia generó: mediante caricaturas e historietas se satirizó a la Reina de Inglaterra y a Margaret Thatcher, dejando entrelíneas un fuerte cuestionamiento a las medidas tomadas por aquellos que ocupaban puestos de poder en Argentina.

El ex director del medio gráfico, Andrés Cascioli, expuso que la revista, en un principio, se dedicaba al humor y que luego encontró su función política en la sociedad desarrollando “cuestiones más delicadas para la dictadura”. Cuando comenzó a hacerse popular entre los argentinos, se llegaron a vender 100.000 ejemplares y esto ayudó a que persistiera,  debido a que hubiera perecido  un escándalo prohibirla en ese momento.

Los militares minimizaron las caricaturas ya que consideraron que tenían poco impacto en las personas y no transmitían un mensaje o una crítica hacia ellos. Sin embargo, mediante sátiras y burlas, se pudo dejar en evidencia el desconcierto del gobierno de facto, que nunca supo bien qué hacer con este medio, a pesar de sentirse “incómodo” con sus páginas. Con una estrategia lateral y no alineada, el cuarto poder empezaba a ganar la batalla informativa.

En definitiva, ayer, hoy y siempre los medios de comunicación fueron socios obligados del poder político. Malvinas no fue la excepción. A pesar de esto, hubo periodistas que se animaron a ir más allá y, con cierta creatividad y profesionalismo, traspasaron la barrera de la censura y lograron reflejar una realidad que muchos se encargaron de ocultar. Utilizaron la risa como arma, como defensa de tantos ataques a los derechos civiles y demostraron que, simplemente a través del humor, se puede tener una gran influencia.

martes, 18 de octubre de 2016

CENTRALIZACIÓN DE LOS MEDIOS

Los monstruos que no caen 

En estos tiempos la batalla que instalaron los monopolios mediáticos es un tema de agenda constante, como lo fue durante el gobierno de Cristina Fernández de Kirchner, quien siempre se manifestó en contra de los mismos y luchó por su disolución para que gane la pluralidad de las voces. Sin embargo, hay que tener en cuenta por qué fue posible que hoy existan estas grandes empresas. La Ley de Radiodifusión que rigió hasta el 2009, firmada por el gobierno de facto de Videla y con posteriores modificaciones en el Menemismo, permitió la creación de estos grandes monstruos que hoy siguen latentes e influyen sobre la opinión pública.

La ley de 1980 imposibilita el acceso a una licencia de radiodifusión a cualquier entidad que no tenga un fin meramente comercial o al propio Estado, entre otros artículos que sugieren que el único derecho a la información al que puede aspirar el ciudadano es el de cambiar de canal o de frecuencia. Años más tarde, el ex presidente Carlos Saúl Menem, con las leyes de Reforma del Estado y Emergencia Económica, permitió que el poder ejecutivo pueda intervenir las empresas del estado para su posterior privatización ya que se sostenía que de esta forma se garantizaba la pluralidad informativa y la libertad de expresión.

De esta forma, se les permitió a los grandes medios quedarse con canales de televisión y radios que pertenecían al Estado, dando lugar a la formación de grandes empresas mediáticas, como el Grupo Clarín, uno de los ejemplos más claros de la política mediática practicada por poderosos empresarios con estrecha relación con el poder político; y el CEI-Telefónica, que gracias al decreto 830/89 compró Canal 13 y Canal 11. Esta privatización, que fue la primera de llevó a cabo Menem, fue una movida política del ex Presidente, quien necesitaba la aprobación del pueblo tras su asunción y por ende, teniendo estos medios, podía dar una buena imagen.



Los grandes diarios que comenzaron siendo pequeños proyectos familiares con intereses principalmente ideológicos fueron adquiriendo otros diarios e incursionaron en el mercado radiofónico, televisivo, Internet y telefonía, entre otros, provocándose un monopolio mediático que cambió su rumbo inicial para tener intereses totalmente económicos, en el cual unos pocos manejan toda la información. La pluralidad ideológica desaparece, generando desconocimiento, desinformación y menor posibilidad de elección.

De esta forma, la década menemista dejó condicionada la estructura de funcionamiento del sistema de medios con alteraciones sustanciales a favor de los grupos multimedia, quienes se veían favorecidos en todos los aspectos, como también con el recambio gubernamental del ’99, cuando con el proyecto de ley de Radiodifusión que impulsó el gobierno se pretendió consolidar una estructura de propiedad cristalizada donde los monopolios no se verían afectados sino beneficiados.

Durante el gobierno de Cristina Fernández de Kirchner se sancionó la Ley de Medios, la cual limitaba las licencias de los monopolios de medios buscando disolverlos y dando así la posibilidad a aquellas voces que no se escuchaban, a Universidades, colectividades aborígenes e iglesias, entre otras, de tener su propio espacio. Sin embargo, con la llegada al poder de Mauricio Macri, la Cámara de Diputados aprobó el decreto que desactivó puntos claves de la Ley y también avaló la creación del ENACOM, el organismo que concentra las funciones del AFSCA y AFTIC. Por lo tanto, esa posibilidad que podían tener aquellos que no suelen escucharse de tener su propio espacio, quedó en el intento y de esta forma las grandes empresas continúan manipulando y mostrando un recorte de la realidad.

martes, 11 de octubre de 2016

DÉCADA DEL 70 VS 90

Realidades distintas

Los jóvenes de la actualidad, los que nacieron en la década del 90, cumplen un rol que pasa desapercibido en la sociedad y que no deja huella en la historia, según comenta José Pablo Feinmann, quien sostiene además que la juventud de los años 70 fue la generación que escribió el camino del que viven en la actualidad los “perejiles” noventosos que no cuentan ni  tendrán para “contar nada”, ya que fue contado por ellos.

Está muy claro que la generación setentosa ha atravesado situaciones que hoy en día, afortunadamente, no se viven. Presenciaron desde muy de cerca la mancha del terrorismo de Estado, algo que quedará en lo más oscuro de nuestro país. De los militares, de los desaparecidos, de las calles sangrientas, como los íconos más negativos. Pero también vivieron la etapa de Juan Domingo Perón, aquel personaje histórico quien elevó la llama de la esperanza para poder vivir mejor en un país que no pensaba en el trabajador y en las clases más bajas.

Feinmann sostiene que los jóvenes que nacieron en los noventa, no tienen conocimiento sobre estas cuestiones y que están viviendo de la historia que escribieron en aquel tiempo. En aquella época, la juventud se proclamaba en manifestaciones, las cuales eran prácticamente su medio de expresión, por supuesto que corriendo el riesgo de ser identificado por la dictadura y poder tener consecuencias, como desaparecer o perder la vida. Hoy en día, mediante la existencia de las redes sociales, los jóvenes tienen su lugar para manifestarse, para intercambiar opiniones y poder instalar su punto de vista sobre algún tema, sea político o no. El espíritu del reclamo o de manifestación, es totalmente distinto en ambas épocas.

Lo que no destaca el autor es que la juventud de los noventa, “los perejiles” como los llama, nacieron en una realidad totalmente diferente, en la que se respira democracia hace rato. Los noventosos no saben lo que es la prohibición, lo que es esconder el cuadro de Perón, lo que es que tener que quemar libros y discos, lo que es salir con miedo a la calle, escondiéndose de los Falcón verdes. Seguramente no entiendan nada sobre eso. Y no tengan para contar. Hoy eso no existe y hay libertad de expresión



La juventud conoce lo que ocurrió, se expresa, intercambia opiniones, quiere que no vuelva  a ocurrir nada de lo que pasó. Sus padres, abuelos y algún que otro vecino, que desafortunadamente vivieron en esa época nefasta, les han comentado lo que les tocó vivir. La historia sigue latente, se sigue escribiendo, se sigue viviendo en la actualidad, desde otro tono, desde otra perspectiva, luchando por los valores y derechos de cada persona. Las redes sociales hoy por hoy son el medio más importante de difusión y expresión. Los jóvenes eligen ese medio, a diferencia de los que vivieron en los setenta, quienes se exponían mucho más.

Sin dudas, los “perejiles”, quieren que el país siga creciendo, la militancia es un factor importante para que la juventud se haga escuchar, para continuar con esos valores, esos ideales que los setentistas han dejado para las nuevas generaciones. Con la libertad de expresión, utilizando las redes sociales como herramienta para unificarse y opinar, tienen la obligación de ser protagonistas cumpliendo con su rol. La juventud de hoy debe hacer que la historia trascienda, a su modo, como la realidad lo marca, pero nunca perdiendo de vista el objetivo, que es ver un país mejor.