Los monstruos que no caen
En estos tiempos la batalla que
instalaron los monopolios mediáticos es un tema de agenda constante,
como lo fue durante el gobierno de Cristina Fernández de Kirchner, quien
siempre se manifestó en contra de los mismos y luchó por su disolución
para que gane la pluralidad de las voces. Sin embargo, hay que tener en
cuenta por qué fue posible que hoy existan estas grandes empresas. La
Ley de Radiodifusión que rigió hasta el 2009, firmada por el gobierno de
facto de Videla y con posteriores modificaciones en el Menemismo,
permitió la creación de estos grandes monstruos que hoy siguen latentes e
influyen sobre la opinión pública.
La ley de 1980 imposibilita
el acceso a una licencia de radiodifusión a cualquier entidad que no
tenga un fin meramente comercial o al propio Estado, entre otros
artículos que sugieren que el único derecho a la información al que
puede aspirar el ciudadano es el de cambiar de canal o de frecuencia.
Años más tarde, el ex presidente Carlos Saúl Menem, con las leyes de Reforma del Estado y Emergencia Económica, permitió que el poder
ejecutivo pueda intervenir las empresas del estado para su posterior
privatización ya que se sostenía que de esta forma se garantizaba la
pluralidad informativa y la libertad de expresión.
De esta forma,
se les permitió a los grandes medios quedarse con canales de televisión
y radios que pertenecían al Estado, dando lugar a la formación de
grandes empresas mediáticas, como el Grupo Clarín, uno de los ejemplos
más claros de la política mediática practicada por poderosos empresarios
con estrecha relación con el poder político; y el CEI-Telefónica, que
gracias al decreto 830/89 compró Canal 13 y Canal 11. Esta
privatización, que fue la primera de llevó a cabo Menem, fue una movida
política del ex Presidente, quien necesitaba la aprobación del pueblo
tras su asunción y por ende, teniendo estos medios, podía dar una buena
imagen.
Los grandes diarios que comenzaron siendo pequeños
proyectos familiares con intereses principalmente ideológicos fueron
adquiriendo otros diarios e incursionaron en el mercado radiofónico,
televisivo, Internet y telefonía, entre otros, provocándose un monopolio
mediático que cambió su rumbo inicial para tener intereses totalmente
económicos, en el cual unos pocos manejan toda la información. La
pluralidad ideológica desaparece, generando desconocimiento,
desinformación y menor posibilidad de elección.
De esta forma, la
década menemista dejó condicionada la estructura de funcionamiento del
sistema de medios con alteraciones sustanciales a favor de los grupos
multimedia, quienes se veían favorecidos en todos los aspectos, como
también con el recambio gubernamental del ’99, cuando con el proyecto
de ley de Radiodifusión que impulsó el gobierno se pretendió consolidar
una estructura de propiedad cristalizada donde los monopolios no se
verían afectados sino beneficiados.
Durante
el gobierno de Cristina Fernández de Kirchner se sancionó la Ley de Medios, la cual limitaba las licencias de los monopolios de medios
buscando disolverlos y dando así la posibilidad a aquellas voces que no
se escuchaban, a Universidades, colectividades aborígenes e iglesias,
entre otras, de tener su propio espacio. Sin embargo, con la llegada al
poder de Mauricio Macri, la Cámara de Diputados aprobó el decreto que
desactivó puntos claves de la Ley y también avaló la creación del
ENACOM, el organismo que concentra las funciones del AFSCA y AFTIC. Por
lo tanto, esa posibilidad que podían tener aquellos que no suelen
escucharse de tener su propio espacio, quedó en el intento y de esta
forma las grandes empresas continúan manipulando y mostrando un recorte
de la realidad.
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